lunes, 29 de noviembre de 2010

Tratado sobre la realidad.

"El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: Sentimos como un cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación como de un recuerdo lejano o como si cayéramos desde gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios" 
                                                                                                              Carl Sagan


Para hablar de la realidad es necesario primero definir la verdad. En mi opinión, la verdad es la perfección de las ideas y la realidad es la aplicación de la verdad al cosmos. Esto es, la realidad es la interpretación verdadera del cosmos. En cuanto a todo lo que pretendemos saber sobre este, debemos considerar siempre la incertidumbre de observarlo con nuestros limitados sentidos y entenderlo con nuestra torcedera mente. Nuestros sentidos están capacitados para percibir unos rangos muy limitados de estímulos y descartar otros bastante más amplios, aunque tal vez menos útiles para nosotros. Nuestra percepción del mundo es muy parcial. En este estudio no hay lugar para demostrar esto, la temática no es la divulgación científica. Dejo, no obstante, un enlace a un artículo que considero una buena muestra de lo que quiero transmitir, los comentarios de dicho artículo son también de gran valor. En cuanto a nuestra interpretación de dichas percepciones, con frecuencia se ven sesgadas por el auto engaño o nuestra formación cultural  y tendemos a analizar todo lo que sentimos con una lógica que muchas veces se ha demostrado incompleta o imperfecta. Solo en los últimos tiempos, con los avances en matemáticas, hemos conseguido deshacernos en algunos casos de las grandes dificultades que lastran nuestra mente.
 
"Caballeros, esto es sin duda cierto, es absolutamente paradójico, no podemos comprenderlo y no sabemos lo que significa, pero lo hemos demostrado y, por lo tanto, sabemos que debe ser verdad."
                                                                                              Charles Sanders Peirce

El autoengaño es, en ese sentido, una de nuestras limitaciones más poderosas. Muchísimas veces damos de lado pruebas y razonamientos porque no se corresponden con el objetivo que perseguimos. Ansiamos un resultado preconcebido y solo prestamos atención a aquellas cosas que encaminan nuestra razón hacia él. En ocasiones, el autoengaño es necesario en el punto en que nos ayuda a soportar los reveses más fuertes de la vida. Pero algunas personas generalizan su uso, construyendo una nueva realidad alternativa en la que sencillamente les es más fácil vivir, porque se crean más justos, más sabios, más coherentes…Cuando la realidad baila al son de tus mentiras es fácil ser coherente. Como vemos hay una razón evolutiva para que el hombre tenga tendencia a auto engañarse, el autoengaño moderado ayuda a sobrevivir. Sin embargo, en algunos casos su uso generalizado se torna patológico y en otros tantos nos impide apreciar las cosas tal cual son y nos distancian de nuestros objetivos haciéndonos perseverar en un camino equivocado.

También debemos considerar nuestras limitaciones culturales. Muchos conceptos cambian o directamente dejan de existir de una cultura a otra. En un comentario del articulo que he referenciado anteriormente se habla de las limitaciones culturales a la hora de clasificar los colores, no puedes clasificar mas colores que los que conoces. Si no sabes de la existencia del naranja dirás que es rojo o amarillo. Otro ejemplo que me viene a la mente es el del sabor umami de la cultura japonesa. Sinceramente, no soy capaz de concebirlo. ¿Se referirá a grasiento? Estoy limitado en ese sentido y lo asumo. Hace poco una comisión determinó que el jamón serrano sabe umami, no pude evitar pensar que siempre ha tenido que saber umami y que si realmente tal sabor existiera no haría falta probarlo para determinar si se haya en tal o cual alimento. Podría ser un gancho comercial. Sin embargo, no se, ni en principio puedo saber, lo que es el umami así que debo callar. Como veis estas limitaciones culturales existen y deben ser tenidas en cuenta. Nuestros valores condicionan definitivamente nuestras valoraciones.

En cuanto a la razón humana, el universo podría carecer de equilibrio, sistema o lógica, pero como seres humanos, queremos creer que no es así. El equilibrio, el sistema o la lógica que percibimos podrían ser tan solo la expresión del deseo humano de proyectar sobre la realidad la necesidad de un orden y unas magnitudes que la vuelvan manejable y predecible. Nuestra naturaleza nos impulsa a creer que hay una explicación para todo. Hemos sido seleccionados por la naturaleza para intentar desentrañar los misterios de las cosas, explicar el pasado y prever el futuro. Este orden nos proporciona ventaja de existir algún patrón repetitivo y nos protege del miedo a la incertidumbre del día a día. El desarrollo de la agricultura es un ejemplo de lo que quiero exponer, no es difícil imaginar a nuestros antepasados descubriendo la causalidad de la vida vegetal o dividiendo los diferentes cambios del clima en las distintas estaciones. Habían sido seleccionados por la naturaleza para reconocer patrones, para identificar rutinas. Rutinas que, por otra parte, no tendrían por qué ser ciertas. Muchos de nuestros pensamientos y percepciones están condicionados por esas necesidades de la mente impuestas por la evolución y que son tan naturales como las de comer o reproducirnos. En definitiva, escapamos de lo absurdo, de lo indeterminado, del infinito, de lo que no podemos imaginar.

“El hecho de que no podáis imaginar una cosa no la excluye de la realidad.”
                                                                                              Frank Herbert

“¿Qué es consistente? La consistencia no es un aspecto necesario del universo.”
                                                                                       Frank Herbert

                La existencia del concepto de normalidad también es un claro ejemplo de esa necesidad humana de escapar de la incertidumbre. La verdad es un concepto abstracto que resulta inabarcable e inalcanzable para el hombre. Dado que la realidad depende de la verdad, esta también nos resulta inalcanzable. Cada persona percibe el cosmos de una forma subjetiva y lo interpreta de una manera más o menos particular. Por eso la sociedad construye una poderosa herramienta que le permite articularse, la normalidad. La normalidad es una aproximación consensuada a la realidad. Suele confundirse con esta precisamente porque la sociedad nos induce a esa igualación. Simplifica las cosas y proporciona el punto de apoyo desde el cual acercarse a otros términos abstractos como el de justicia, libertad, autoridad, que son sus pilares y principal razón de ser. Cabe preguntarse cuantas de las cosas que nos rodean y conforman nuestro mundo y sociedad son reales y cuantas son un producto artificioso de nuestra humanidad. Cuantos derechos, cuantos deberes, cuantas libertades… Cuantos de ellos merecerían el apelativo de natural y cuantos el de social o artificial…

                Algunos de los temas morales más complejos se simplifican en cierta medida una vez salvamos estos razonamientos. Una interesante reflexión que deberíamos hacer ante cualquier ponderación o expectativa de la realidad es; “Tal cosa, ¿es así? ¿O necesito creer que lo es?”. Si es esto último; “¿Hasta que punto necesito que lo sea?¿Hasta que punto distorsiona ese deseo mi percepción de la realidad?”. Si así lo hacemos, habremos ganado para nuestra mente nueva humildad y objetividad que sin duda será un estupendo primer paso hacia el buen juicio.

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